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Yo soy otro tú
Tú eres otro yo
Aquello que somos está
escrito en nuestro corazón.

CRÓNICA SOBRE EL DÍA FUERA DEL TIEMPO

Dedicado a todas las personas que asistieron

Hacía rato que anhelábamos una farra de tres días, de esas que hacían nuestros abuelos y abuelas. ¡Qué buenazo!

Una gente pensaba que éramos algún grupo religioso; dijeron que éramos hippies, rayados, locos, elitistas, vegetarianos; nos confundieron con productores y negociantes del new age, y en fin, por ahí pensaron que era una especie de Woodstock criollo o que organizábamos un “reventón” en el que nos íbamos a reventar.

La realidad es que sí fue un reventón, pero no en los términos capitalistas ni consumistas. Es decir, no medió en ningún momento el dinero y por eso hubo buena conexión, buena sincronía y armonía, buena onda. Organizamos todo sin ni medio. Es que la idea era olvidarnos de que el tiempo es oro y pasar a vivenciar el tiempo es arte, en donde nadie quiere convencerle a nadie de nada, ni figurar, ni aprovecharse de la situación. Por eso, uno que otro descolgado que fue en busca del reventón capitalista, no tuvo eco. Es más, alguien se inventó que había “un rave en el Ilaló” y además, “gratis”. Chistoso porque nunca usamos esos términos pero así a veces se dan la vuelta las palabras y los conceptos.

En todo caso, los asistentes salieron copados, agradecidos, bendecidos, re-reventados y con la sensación de embriague. Fue pleno además saber que por todo el planeta Tierra (no exageramos) se habían realizado festivales como este, que otros hombres y mujeres con idiomas distintos y de culturas diversas también estaban “conectados”, celebrando algo sencillo: un día en que no importa qué hora es para vivenciar la paz, sin guerras, sin injusticias.

La gente empezó a llegar desde el viernes por la mañana, para preparar un Temascal, una forma de curación milenaria en América, que utiliza el fuego, el agua, el aire y la tierra y que dura más o menos unas cuatro horas. Todas las personas que prepararon el lugar lo hicieron por la pura gana de hacerlo, por compartir un valioso saber para que no se pierda. Estuvo precioso. Gracias. Estuvimos como cuarenta personas. Nos quedamos hasta las cuatro de la mañana más o menos y a esa hora el cielo estaba repleto de estrellas. A la distancia se divisaban los focos de la ciudad que más y más invaden el valle de Tumbaco.

Parte del reventón fue esa posibilidad de haber visto un cielo de tal belleza, sin que para ello mediara ninguna otra droga que no fuesen las “drogas” naturales que se desprendieron del fuego, del agua, el aire y la tierra. Saber que eso fue posible, es sumamente reconfortante, poético y reivindicador frente a un sistema de salud que, si bien es parte de un conocimiento humano, nos invade demasiado con píldoras e inyecciones, con “recetas”.

Esa noche de vísperas para los festejos de los días siguientes, contó con la presencia de priostes y demás invitados que la convirtieron en algo irrepetible y especial. Lo bueno es que a nadie se le ocurrió preocuparse de andar bien vestido y arreglado tipo fashion. No se dio eso de andar mostrando individualismo y ego. Fue una vivencia en conjunto en la que estábamos contentos, alegres. Todos éramos igual de importantes y pudimos compartir esa fiesta, y eso fue bien chévere; “cheverísimo”, como dijo alguien.

Dormimos un par de horas, y despertamos con la energía suficiente como para pasar el día sábado y el domingo, pues, en efecto, los últimos que quedamos en el FESTIVAL MUNDIAL DE PAZ A TRAVÉS DE LAS CULTURAS (siete personas) nos despedimos a eso de las cinco de la tarde del día domingo (el primer día del año nuevo maya) luego de dar una vuelta por el lugar, dando gracias a todos los que habían acolitado, a la mama Ilaló, por supuesto, y a cada persona que estuvo presente aunque sea unas pocas horas, y a quienes enviamos, y seguimos enviando, el más caluroso saludo y reconocimiento. A la salida, incluso alguien les hizo señas de despedida a unas vacas que estaban pastando por allí.

A nadie se le pidió nada. Cada cual podía llegar a la hora que quisiese e irse de igual forma. Podía participar o mantenerse de observador. En total calculamos que fueron de cien a ciento veinte personas. El “boleto de entrada” era llevar comida y agua para compartir. Había frutas, maíz tostado, pan, queso, atún, chochos, ensaladas, ají, mermeladas, papas, verduras, jugos. Lo que sobró fueron unas tres cajas de galletas empacadas de marca, de esas que siempre sobran porque tienen eso: sabor a marca. El resto, la comida que vino preparada, alcanzó hasta para repetirse. Durante el sábado y el domingo la mesa estuvo llena. Todos pusimos y a nadie le costó hacerlo.

No se vendía absolutamente nada. Alguna gente hizo trueque, en especial los artistas, intercambiaron sus obras. Supimos por ejemplo, que se había intercambiado un libro de poemas por un cuadro a plumilla.

Todo aconteció de forma espontánea, sin reglas, sin pompas, sin que nadie estuviese dirigiendo o presentando o aplaudiendo.

Hubo un momento en que nos olvidamos que había viento y algunos envases vacíos volaban, por lo que nos vimos forzados a convocar a una pequeñita minga para dejar las cosas en su lugar. Habíamos dicho que se llevaran de vuelta a casa los envases vacíos, en especial si eran plásticos, pero esto no todo el mundo lo tomó en serio, lo cual vale recordar para la próxima ocasión, para que no suceda lo mismo.

De todas formas, en el Ilaló no quedó ni una colilla de cigarrillo y eso es bien lindo porque de los festivales que hemos asistido, los desechos quedan en el piso esperando a no se quién para que limpie. Quienes nos quedamos hasta el final, no tuvimos inconvenientes de esta índole. Sino lo de rigor: entregar el sitio tal cual se nos había prestado. La gente que está a cargo de la zona se quedó tranquila y contenta porque además, también compartió de las exposiciones, presentaciones, bendiciones y charlas que se dieron.

Al parecer a nadie se le perdió nada. Y si eso ocurrió que avise.
Tenemos guardados, para entregar a quien corresponda: 1 olla pequeña, 2 cucharoncitos negros muy bonitos, 2 toallas pequeñas blancas, 1 abrelatas, 1 servilleta de tela morada, 2 tapas (blanca y azul) de recipientes de plástico, 1 canasto rectangular, 2 cuchillos de cocina, 3 cuchillos de mesa y 2 tenedores. Favor contactarse.
Del resto, se dijo que hace tiempos que no nos sentíamos tan bien, compartiendo el arte, la ciencia y la espiritualidad de diferentes culturas. El sábado fue dedicado a distintas expresiones en este sentido.

Temprano en la mañana encendimos el fuego, pusimos música que a todo el mundo le gustó y hasta nos pidieron que les grabemos como “la banda sonora del Día Fuera del Tiempo”. En eso estamos. La grabación duró, con silencios incluidos, varias horas y se escucharon temas de muchos géneros de bastante calidad musical.

Hicimos la “meditación” arco iris circumpolar, que no tiene otro secreto que el sentarse cómodos, cerrar los ojos y, por medio de visualizaciones, provocar un arco iris mental que cubre el planeta Tierra, como para saber que somos un planeta lleno de diversidad y colorido, lo que en los planos políticos se entendería como plurinacionalidad.

Nada era obligatorio, así que el que quiso lo visualizó y el que no, igual quedó envuelto en un arco iris. Buena onda.

Sucedieron muchas cosas durante ese día. Vimos una demostración de una práctica de la China milenaria, después una de los Vedas. Esta última impresionó a muchas personas. Hasta los niños se quedaron mirando alelados cómo una joven se paraba de cabeza. Al principio algunos quisieron repetir las asanas (posturas del yoga), pero resultaba harto complicado. Hasta un yachaj de Imbabura lo intentaba. Al final nos quedamos también alelados como los niños. En ningún gimnasio se lograría tal destreza.

Estas prácticas chinas e hindúes son un camino, como otros caminos; son parte de un conocimiento humano que no hace daño. Al contrario, son ejercicios de enorme beneficio para el cuerpo y la mente, pues además no implican una adscripción ideológica en términos de religión.

Allí estuvo presente el ritual andino, alrededor del fuego. Se saludó a las direcciones por medio del sonido de un caracol. Desde el plano estético, bastante impresionante, algo que no se escucha todos los días. Y esencial, porque si vivimos en territorio andino, no podemos dejar de lado la sabiduría que existe con respecto a la tierra, a las direcciones, a la relación entre seres humanos y naturaleza.

Charlamos de un montón de cosas, incluida la política. Alguien nos recordó que un viejo taita decía que el grado más alto de la espiritualidad es la política. Pensamos que debemos estar juntos para reforzar la idea del sumak kawsay desde la perspectiva de la libertad y la paz, de los derechos humanos y de la naturaleza. Contamos historias, a veces nuestras, a veces de otros. Los niños pintaron, se bailó; sonaron tambores, flautas, guitarras. Por la noche y alrededor del fuego, también nos preguntamos del cosmos, de la vida, de la muerte, del amor.

En un momento de bastante sol y viento, se invitó a sentarnos todos en círculo. Eso fue extraño y lindo a la vez porque se compartió el Deeksha, una especie de “imposición de manos”, cuyo objetivo es conectarse con lo sagrado de cada cual. Quizás esto es lo que más pueda asustar a quienes no estuvieron allí. Pero ese no era un ritual religioso, sino una vivencia espiritual y en ese plano, también política, porque si alguna vez, quienes conducen el Estado se reunieran en círculo, alrededor de un fuego y en algo semejante a esta bendición, talvez habría más comprensión, más sabiduría para conducir los destinos de los pueblos. Y si esto es primitivismo, entonces nos declaramos primitivos.

Se hizo también una improvisación teatral en ese escenario natural. Muy bonito. Los artistas nos contaron que hacían teatro en la calle y que uno de sus escenarios había sido la intersección entre las avenidas Shyris y Naciones Unidas, en la hora pico del tráfico. Muy interesante su propuesta.

En cuanto a la Red de Arte Planetario, hablamos de otras formas de concebir el tiempo, donde el reloj y el calendario gregoriano no sean limitantes para vivir. Compartimos el Sincronario Trece Lunas, como herramienta para medir el tiempo desde una concepción de tiempo de mayor libertad, que nos permita ubicarnos mejor en el presente, en el aquí y ahora.

Compartimos los sueños de paz para el mundo, las ganas de que sean respetadas la diversidad y la diferencia, que no existan discriminaciones, que no nos quedemos en lo ritual. Nos vacilamos y nos reímos.

Ya en la noche apagamos la música. Alguien había asumido que ahora venía el reventón tan anhelado y se le ocurrió poner una música bastante colonialista. Así que como eso no combinaba con el momento ni con la fogata, ni con el compartir, mejor se dispersó esa música por los aires. Alrededor de la fogata nos juntamos. Siempre hubo gente cuidando el fuego. Gracias. Una pareja de jóvenes cantaron los sones más lindos. Salsas, montunos, guajiras, se interpretaron súper bien, acompañados de guitarra y tambor. La mujer hacía los coros con precisión.

Nos fuimos adormeciendo. El día había sido sumamente soleado y por la noche apareció un lobo blanco que aulló cerca de la gente que estaba acampando.
Unos descolgados llegaron a eso de la media noche. Buscaban “el rave gratis en el Ilaló”. Eso también fue chistoso, porque venían al reventón cuando ya todos estábamos reventados. Así que nada; tuvieron que irse. Una pena de lo que se perdieron pero sucedió así.

Un abrazo,

Red de Arte Planetario de Ecuador
Nodo Sol-Ki

Paulina Íñiquez (Tel. 2598434 – Cel. 096202154 – magiaresonante@yahoo.com.ar)
María E. Paz y Miño (Tel. 3237435 – Cel. 099039484 – muluc@hotmail.com)
diafueradeltiempoecuador@gmail.com

IN LA´ KECH – A LA´ KEN
YO SOY OTRO TÚ – TÚ ERES OTRO YO
ÑUKAKA KAYSHUK KIKIN KANI – KIKINKA ÑUKA SHUKTAK KANKI

MI AMOR VIVE CON VOS

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